martes, 26 de noviembre de 2013

Noviembre 2013.

El conejo no se exterminará jamás en Canarias
Juan Miguel Sánchez Roig
Presidente de la Asociación Canaria de Entidades de Caza (ACEC)
Coordinador de la Unión Nacional de Asociaciones de Caza (UNAC)

Opinión.
Durante  el pasado mes de octubre se celebró el “Taller sobre invasiones biológicas en Canarias y normativa de aplicación”. Promovido por la Dirección General de Protección de la Naturaleza del Gobierno de Canarias con el fin de plantear, analizar, debatir, reflexionar, tomar acuerdos, etc., sobre el tema de las invasiones biológicas que afectan a la biodiversidad y al medio natural canario. Recordemos las competencias de la administración para con estos asuntos, al margen de la caza. Los cazadores no fuimos invitados, con lo cual se ha creado alrededor de estas jornadas ciertos comentarios en el mundo cinegético canario, en mi humilde opinión, fuera de contexto bajo una perspectiva positiva. Resaltar la asistencia de dos cabildos de los siete existentes: La Palma y Tenerife, pues ellos son los obligados a gestionar las especies silvestres y defender los intereses de los paganinis como cazadores y ciudadanos.



En base a las conclusiones  de las jornadas, el tercer taller se ocupó de la problemática del “conejo en los ecosistemas naturales de Canarias”. Al parecer, el más interesante y que nos afecta por las intenciones desprendidas respecto a nuestro emblemático conejo. De los asistentes, algunos no piensan como nosotros los cazadores pero en libertad pueden dar sus opiniones, con respeto como cualquier mortal. Gracias a Dios, ellos no están solos en el mundo para imponer sus ideas.
Este tercer taller se centró en tres puntos básicos: análisis del estado del conocimiento y líneas de investigación de interés; el conejo en los espacios naturales protegidos y criterios de gestión.

Respecto a la gestión del conejo para preservar la flora nativa destacan las siguientes conclusiones:
  •  No destinar fondos públicos al fomento de las poblaciones de conejos.
  • Reducir las poblaciones de conejos hasta tamaños y densidades que no hagan daños a diversos sectores como la agricultura y a las plantas amenazadas, mediante los diversos documentos de planificación de especies cinegéticas, amenazadas, de espacios protegidos etc...
  •  Promover medidas de control efectivas para evitar la traslocación de conejos entre las islas.
  • Proponer su erradicación en las islas de Alegranza y Lobos y, en el caso de que haya sido reintroducido, en Montana Clara. 

Entremos en el meollo. Los cabildos, a excepción de pequeñas cantidades en Gran Canaria y Fuerteventura con escasa repercusión de las actuaciones, no gastan un euro en conejos, y  esperanza de  revertir la situación tampoco se espera. De hecho, soy de los que piensa que lo mejor para recuperar las poblaciones es dejar tranquila la especie. Cuanto más conejos de granjas y criaderos se sueltan menos hay, como consecuencia del movimiento de enfermedades (aún vacunando), parásitos, muerte por estrés, falta de adaptación, predación, accidentes, competencia intraespecífica; y cuando llega la temporada de caza, sobrepresión en aquellos lugares de liberación de conejos de granjas y criaderos. El secreto está en la vigilancia, control de predadores, mejora de hábitat y adaptación de los periodos de caza a ciclos biológicos y densidades. Es decir, gestionar y como último remedio repoblar con conejos de granja o criaderos, pero solo si no es posible la realización de traslocaciones. Otra cosa diferente es que un número de conejos provoquen problemas en un lugar, entonces una solución puede ser la traslocación.

Otro asunto es el control de las poblaciones hasta tamaños que no produzcan daños a los diferentes sectores y plantas nativas. Aquí está el primer paradigma, si se pueden invertir recursos económicos porque no es para fomento, pero las administraciones no tienen dinero. Todo esto se financiaría mediante un proyecto Life europeo que se lo tragarían los estudios científicos. Las empresas son carísimas para coger  conejos en los innumerables espacios protegidos. Los agricultores, ganaderos o campos de golf entre otros, no van a capturar los conejos molestos porque es una pérdida de tiempo y dinero, se exige cualificación siendo la mínima la de los cazadores por nuestra licencia de caza y además su aprensión no es fácil. La mejor fórmula para mantener a raya las poblaciones del rabicorto es la caza legal o los cazadores.


Si los cazadores se extinguen alguien tendrá que poner el dinero para estabilizar las poblaciones silvestres


Víctor Rafael Mascarell Mascarell
Presidente de la Asociación de Entidades de Caza de la Comunidad Valenciana (ADECACOVA), y miembro de la Junta Directiva de la Unión Nacional de Asociaciones de Caza (UNAC).  
Real de Gandía (Valencia), 18 de noviembre del 2013.


Los antecedentes no engañan. Las licencias de caza, según los datos históricos facilitados por la Generalitat Valenciana, han disminuido de forma progresiva en 22 años en un 57,86 %. 

El descenso continuo de licencias de caza se traduce en un descenso en el número de cazadores acusado y continuado, algo que nos debería hacer reflexionar a todos. ¿En que se ha fracasado, o qué se ha hecho mal o se está haciendo mal, para que se haya producido esa disminución progresiva de cazadores? ¿Por qué ha sucedido esto?


Desde hace muchos años la sociedad ha dado la espalda a la caza. La ha condenado a su desaparición. La nueva conciencia urbanista que mira hacia lo ecológico y medioambiental, se ha ocupado de destruir poco a poco al mundo de la caza, y lo que es más grave, se ha asegurado de que no tenga relevo generacional. Que los niños vean a la caza como algo malo,… y de esa forma la caza tienda a extinguirse junto con los cazadores.  

Pero algo habrá que hacer para evitar que los cazadores se extingan, si se quiere que especies como el jabalí, el corzo, etc. no incrementen su población hasta el límite de no poder circular por las carreteras sin tener un accidente y siniestro provocado por su elevado número, lo que incrementaría las pólizas de los seguros; si se quiere que un animal como el conejo, el jabalí o el arruí este controlado y su población no se incremente en demasía causando elevados daños a las cosechas, y elevados costes en las pólizas de los seguros agrarios; si se quiere que las poblaciones de lobos, zorros, etc., al no tener enemigos naturales, no aumenten en exceso y acaben con la cabaña ganadera y granjera, lo que comportaría un aumento de los seguros ganaderos; si se quiere que las bandadas de aves como estorninos, gorriones, etc. no sean tan grandes que produzcan daños en las zonas urbanas y agrícolas donde se asienten; etc.

Tal vez se debería de facilitar más y mejor el acceso a la caza; hablar más y mejor de la caza en las escuelas y medios de comunicación generalistas; quitar burocracia y trámites que durante décadas no han dado los resultados esperados, y que no han llevado a mejorar en nada lo que pretendían mejorar; apoyar y ayudar más y mejor al mundo de la caza y al cazador; proteger las especies silvestres cazables del riesgo químico; cambiar las leyes para no exigir tanta obligación y responsabilidad al cazador, y darle más unión; invertir lo que se recauda del mundo de la caza para su mantenimiento; o tal vez se debería impulsar una conjunción de todos ellos, junto con otros más.

Si no se hace nada para evitar que los aficionados no dejen la caza y, si sigue disminuyendo al mismo ritmo como hasta ahora, en veinte años más habremos acabado con los cazadores. La extinción de los cazadores supondrá un gasto inasumible e insostenible por la sociedad en general, pues recaerá esa labor del equilibrio poblacional de las especies silvestres (para evitar daños a las personas), sobre los bolsillos de los propios ciudadanos, algo que ahora realizan los cazadores con su dinero, pagando por dichas especies y además pagando por poder hacerlo.